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El clásico del Telón de Acero

En plena Guerra Fría,

Yugoslavia y la Unión Soviética jugaron cinco partidos donde ganar era cuestión de Estado. El fútbol al servicio de la geopolítica.


Lev Yashin, la araña negra, protagonista de los clásicos entre soviéticos y yugoslavos. Foto BBC.

Antecedentes con sangre en el ojo

Después de las dolorosas derrotas en Helsinki contra los yugoslavos, los jugadores de Kachalin tomarían revancha en las siguientes olimpiadas. Melbourne 1956 presentaba una selección soviética con la experiencia necesaria para mejorar en su segunda participación.


Stalin había muerto en el 53, y las presiones sobre los futbolistas señalados de la catástrofe contra Yugoslavia terminaban. Gavriil Dmítrievich Kachalin el legendario técnico soviético, recogía al capitán Ígor Netto y al delantero Anatoli Ilyin del anterior equipo, sumándole a la nueva promesa del arco: Lev Yashin.

Anatoli Ilyin a la izquierda e Igor Netto a la derecha, minutos antes de la final en Melbourne. Foto Anotando Fútbol.

El freezer de Melbourne 56

La Araña Negra se haría impenetrable comenzando con su leyenda en unas olimpiadas que contaron únicamente con once países en el torneo de fútbol. La tambaleante situación política en plena guerra fría, propiciaba en Hungría una revolución en octubre del 56, un mes antes del inicio de las justas en Australia. Situación que dejaría a los magiares sin poder revalidar su medalla de oro.

Cartel oficial de las justas olímpicas, Melbourne 1956. Foto wikipedia.

Los yugoslavos llegaban a Melbourne con dos finales perdidas: medalla de plata frente a Suecia en Londres 48 y medalla de plata frente a los húngaros en Helsinki. Querían su primer oro después de ganar su semifinal contra India, pero el destino les tenía una sorpresa. En la otra llave los soviéticos le ganaban a Bulgaria por idéntico marcador al de Helsinki (2-1). La final de fútbol era el tercer partido entre balcánicos y soviéticos en menos de cuatro años, y no dejaba de generar morbo a pesar de la política de "deshielo" de Nikita Jrushchov y la mejoría aparente de relaciones con Tito.

En el Melbourne Cricket Ground ante 86 mil espectadores, Yugoslavia hace figura a Yashin mostrando su tradicional juego de asociación, que les alcanza para anotar un gol que no suma por posición adelantada de Zlako Papec. Recién empieza el segundo tiempo, un cabezazo de Anatoly Ilyin, el delantero de toda la vida del Spartak de Moscú, pone el primer y único gol del partido. Unión Soviética es campeón y tercera final perdida en línea para los balcánicos. Una revancha soñada que ayudaría para llegar a 37 oros y 98 en total. En su segunda participación en los olímpicos, La URSS sería primera por encima de los Estados Unidos.

Los soviéticos reciben el oro, los yugoslavos la plata y los búlgaros de corbata el bronce. Foto Anotando fútbol.

Lo que pudo ser y no fue

Para el Mundial del 58 en Suecia, yugoslavos y soviéticos llegan a cuartos de final. Pierden con Alemania Federal y Suecia respectivamente; de ganar, hubieran jugado una de las semifinales en Gotemburgo.


El inicio de las Euros

Dos años más tarde, en 1960, la primera versión de la Eurocopa tuvo como sede de las finales a Francia. La idea de Henri Delaunay, dirigente de la federación francesa y de la UEFA, finalmente se hacía realidad. Él había mirado con admiración y algo de envidia, como se jugaba en Suramérica desde 1916 un campeonato de selecciones nacionales.


Después de una eliminatoria a partidos de ida y vuelta, donde 16 equipos comenzaron la contienda, cuatro llegarían a las finales en tierras galas. El primer partido de la Eurocopa, en fase de eliminación, se jugó en Moscú en septiembre de 1958, con victoria 3-1 de los soviéticos sobre Hungría. La llave de cuartos de final entre España y La URSS nunca se jugó, Franco dio la orden de retirar el equipo que por entonces jugaba el mejor fútbol en Europa: Luis Suárez Balón de Oro de 1960, Di Stéfano y Kubala nacionalizados españoles, más Gento, conformaban un once campeón. Pero la sola idea de tener soviéticos en suelo ibérico y pisar territorio comunista en el partido de vuelta, aterraba al generalísimo.

El dream-team español para la Eurocopa 1960. Foto fútbol retro.

Francia como equipo local, más tres selecciones del Telón de Acero, se jugarían la fama de ser el primer campeón de la Euro. Francia contra Yugoslavia sería una semifinal en el Parc des Princes en Paris, y Checoslovaquia contra los soviéticos la otra en el Vélodrome de Marsella. Los locales tenían dominado el partido 4-2 pero una remontada balcánica con dos goles en los últimos minutos dejaban el marcador 5-4, Yugoslavia a la final. En Marsella los soviéticos no dieron margen de error y ganaron 3-0 a Checoslovaquia. El cuarto partido entre las repúblicas comunistas sería una nueva final.

Los equipos formados para la primera final de una Eurocopa. Foto Team Russia (Twitter)

Milan Galić marca para Yugoslavia antes de finalizar la primera etapa y Slava Metreveli empata para los soviéticos al comenzar el segundo tiempo. La igualdad persistió en los noventa minutos haciendo necesaria la prórroga. Viktor Ponedelnik de cabezazo le daba el título a la Unión Soviética antes de terminar el tiempo suplementario. El 10 de julio el capitán Ígor Netto levantaba la copa de un partido que comenzó a las 22:00 horas; por jugar tiempo de complemento el encuentro terminaría al día siguiente. El apellido de la figura del partido y mejor jugador de la Eurocopa, Ponedelnik, significa lunes en ruso; "Mi apellido era un sueño para los escritores de titulares", recordaría jocosamente el jugador.

Los soviéticos alzan la primera Eurocopa. Foto Team Russia (Twitter)

Llegaría el quinto partido entre los vecinos comunistas, tal vez el más rudo y recordado. La nueva cita sería en el Mundial de Chile del 62.


El oro gracias a una moneda

Antes, es anecdótico recordar, que Yugoslavia un mes después de perder la final de la Euro, viajaba a Roma para la cita de las olimpiadas. Lo que el juego le había negado en tres finales la suerte se lo devolvería por partida doble; empató en puntos con Bulgaria en su grupo y una moneda al aire lo puso en semifinales, empató con Italia 1-1 al término del tiempo suplementario y de nuevo otra moneda los dejó en la final. El fútbol tarde que temprano termina haciendo justicia, la cuarta fue la vencida. Yugoslavia le gana en la final a Dinamarca 3-1 y por fin pueden decir que son una selección dorada.


En Chile nos vemos

El 31 de mayo en el estadio Carlos Dittborn de Arica, empezaba un partido con una carga emocional alta. Yugoslavia había perdido dos finales seguidas contra sus enemigos mediáticos; atrás quedaban los triunfos en Helsinki, se habían abierto de nuevo las heridas. Del otro lado, los soviéticos ya no eran ese equipo inexperto de los olímpicos del 52, diez años después tenían al mejor arquero del mundo y a su eterno capitán. Lev Yashin e Ígor Netto marcaban diferencia.


Ivanov al minuto 51 y Ponedelnik al 83 anotan para el triunfo soviético; pero ni los goles ni el resultado hacen parte del recuerdo. Desde el inicio del partido las faltas fuertes empezaron a repetirse. Al delantero yugoslavo Muhamed Mujic le entran a la carne en uno de sus tobillos, y decide tomar justicia por sus manos dándole una patada traicionera al defensor Eduard Dubinski. El resultado, fractura de tibia y peroné que el árbitro no da como falta; serían sus propios compañeros quienes lo sacan del terreno terminando expulsado de por vida de la selección.

Dubinski abandonó en brazos el terreno de juego (Fuente: arogeraldes.blogspot.com)

Los ánimos encendidos durante la contienda nunca se calmaron, por el contrario, el final del partido deja una auténtica enfermería. URSS: Dubinski (fractura tibia y peroné), Metreveli (doce puntos en la ceja), Ponedelnik (hematoma de tobillo).

Yugoslavia: Matus (fractura de tabique nasal), Mujic (herida cortante en un tobillo).


Colofón

Así terminaba una década de enfrentamientos entre las otrora hermanas repúblicas comunistas; el odio visceral de sus mandatarios dejaba cicatrices que sólo el tiempo pudo borrar. Para la historia del fútbol quedaban batallas donde se atacaba más que el arco rival, y equivocadamente, se defendía el enorme ego de Iósif Stalin y Josip Broz Tito.


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